"La cajera y Verlaine"

Portada de libro "Poesía" de Paul Verlaine


A mi amiga y compañera de la EOI, Henar


La cajera me miró con ojos hialinos, repletos de potencia y extrañeza, creyó ver en mí una línea de Nazca, de esas que son abducidas por hombres del espacio para luego ser regresadas, reinterpretadas, naturalizadas en un vaivén de caos y estruendo.

A punto estuve de advertirla que yacía falto de cariño al pie de su caja, -patíbulo mecánico del obrero-, de esa clase de dolor que se puede transportar en una sola mano, la de la Eva genesiaca, y sólo una mujer sencilla puede ser poseedora de tal atributo.

La cajera clavó su nervio en el libro silencioso que portaba cautivo entre los dedos, el de Verlaine, un aviso, una advertencia de que el alma del poeta se retuerce irremediablemente hacia el misterio, al Verlaine ebrio, al Verlaine bohemio, al Verlaine vagabundeador, hastiado de normalidad, ratreador incendiario de bellos púbicos femeninos, el origen del mundo? .

Paul Verlaine


La cajera advirtió con pavor que entre las páginas de mi libro se estremecía el maldecido espectro de Verlaine, enfatizando a los enigmas de siempre, deglutiendo a esas turbas que ya no tienen finalidad por la que vivir, que rinden obsceno culto a la trinidad de la muerte, el trabajo asalariado, el consumo alienante y la extinción del espíritu de los hombres.

Los muertos siempre se despiden de mí, mamá, la abuela, Inma...todos se despiden con arañazos auditivos, también se despide Paul Verlaine, que me insta a declararme ante la perpleja cajera de supermercado, arrodillándome ante su cadalso metálico que ella ve como su salvador y yo contemplo como su temprano ejecutor.

José Miguel Gándara C.

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